SOBRE PERROS Y HOMBRES
Las ganancias obtenidas con este libro, se destinarán al beneficio de Asociaciones para la defensa de animales abandonados
20/5/15
11/1/15
ACERCA DEL PROYECTO
No hace mucho conocí por
primera vez las instalaciones que la TRIPLE A tiene en Marbella, y salí de allí
profundamente impresionado por la inmensa labor desinteresada que unas pocas personas,
casi sin medios, están realizando por los animales abandonados.
Sentí la necesidad de
hacer algo a favor de esta asociación, y como soy escritor, pensé que sería
buena idea escribir un libro sobre perros, cuyos beneficios fueran para la
Triple A, y así lo hice, siendo el resultado: “Sobre perros y hombres”.
“Sobre perros y hombres”
es una recopilación de relatos que tratan sobre todas esas historias
entrañables que acaecen entre los seres humanos y sus queridas mascotas.
Siempre desde su particular
punto de vista, los perros, verdaderos protagonistas, son los que nos van a ir
contando sus vivencias, sus penas y sus alegrías, en el día a día de su
existencia, a veces desgraciada y otras veces maravillosa.
Mi deseo es que este
pequeño libro sirva para que, los que ya aman a los perros, afiancen su cariño
y aprecien más su lealtad y, los que no hayan tenido la oportunidad de
relacionarse con estos extraordinarios animales, aprendan a amarlos.
En el libro han
colaborado diferentes personas de Marbella. El pintor Agustín Casado está
haciendo las ilustraciones que acompañarán a cada relato. La locutora de Onda
Cero, Concha Montes, ha escrito el prólogo. La crítica literaria Sara Roma ha
hecho la corrección ortográfica, Regina Ugarte y Beryl Weima han hecho la traducción al inglés y el editor
marbellí Andrés García Baena (Ediciones Algorfa) ha hacer la maquetación y
edición del libro.
El Ayuntamiento de
Marbella y en especial la concejala Carmen Díaz, también participa activamente
en el proyecto.
El 23 de abril de 2015 (Día Internacional del Libro), se ha hecho en Marbella lapresentación del libro en el Real Hospitalillo). Dada la gran cantidad de
personas que tienen un perro, y el gran amor a los animales de los residentes
en Marbella, tanto españoles como ingleses y de otras nacionalidades, y dada
también la capacidad de convocatoria que tiene la Triple A, la afluencia de público a esta presentación ha sido multitudinaria. Todo lo
recaudado en este acto ha sido donado a la Triple A. El libro está también en las librerías de
Marbella y en instituciones relacionadas con los animales.
Posteriormente, se harán
presentaciones en las localidades cercanas a Marbella.
José Luis Moreno email: jlmorenomarbella@gmail.com
609455110
Adjunto también una entrada con un par de relatos, uno triste y otro alegre, para que os hagáis una idea de la línea del libro.
Muchas gracias a todos, en nombre de los perros.
10/1/15
DOS RELATOS COMO EJEMPLO
FIDELIDAD
Estaba
yo durmiendo tan a gusto en mi cesta, cuando unos tremendos golpes en la puerta
me despertaron. Golpes y gritos de muchos hombres enfadados.
Miré
hacia la cama de mi amo y le vi levantarse de un salto, muy asustado. Nunca en
mi vida había percibido un olor a miedo tan fuerte como el que desprendía Luis.
Noté
que no sabía qué hacer, que titubeaba, y eso es muy raro en él, que siempre
está tan seguro de todo. Se puso en pie, me miró, y con un gesto me dijo que
guardara silencio. Se acercó a la ventana y se asomó, pero no debió gustarle lo
que vio, porque se volvió, aún más asustado.
Fue en
ese momento, cuando los hombres que gritaban afuera, echaron la puerta abajo y
entraron en la casa como una exhalación. Llevaban botas negras y cascos en la
cabeza, vestían todos el mismo uniforme y sostenían en sus manos unos tubos
largos.
Luis
estaba paralizado. Entre varios hombres lo agarraron y se lo llevaron arrastras
a la calle. Salieron todos. Nadie se fijó en mí. Les seguí. Estaban obligando a
Luis a subirse a un camión en el que ya había otros hombres. Él me miró. No
habló, pero en sus ojos leí el terror y que me indicaba que no hiciera nada,
que me quedase quieto. Luis y yo nos entendemos muy bien sin palabras.
El
camión arrancó. Estuve indeciso, pero eso solo duró unos instantes. Eché a
correr detrás. No podía dejarlo solo.
Al
principio pude seguir al camión por las calles del pueblo, pero cuando enfiló
la carretera del bosque, me fui quedando atrás. Los pulmones me ardían, el
corazón parecía que se me iba a salir por la boca. Me empezaron a fallar las
patas traseras (el reuma hace meses que me está matando).
En una
curva, el camión desapareció de mi vista. Todavía corrí un poco más, pero me
abandonaron las fuerzas, se me nubló la vista y caí desfallecido sobre el
asfalto. Me inundó la tristeza. Dicen que los perros no pueden llorar. ¡Qué
sabrán ellos!
De repente,
unos fuertes estampidos se propagaron por la sierra, en ecos interminables. No
sonaron muy lejos.
¡Seguro
que Luis me necesitaba! Me levanté trabajosamente y comencé a andar, arrastrando
las patas traseras. Un terrible dolor me recorría la espalda hasta la nuca.
Tardé muchísimo en llegar a la curva, pero aún pude ver cómo el camión
desaparecía en la lejanía.
El
bosque emanaba un hedor muy extraño. Me acerqué poco a poco y entonces le olí. Olfateé su peculiar aroma,
mezclado con una fetidez oscura que no conocía, pero que estaba en mi memoria:
en seguida supe que era el olor de la muerte.
Me
aproximé y lo vi. Estaba tendido en el suelo, boca arriba, sobre un charco de
sangre. A su alrededor había más hombres, que también despedían el olor de la
muerte.
Haciendo
un último esfuerzo, me arrastré hasta él.
Un mes después, otros soldados, vestidos con otros
uniformes, descubrieron en el bosque cercano al pueblo, los cuerpos sin vida de
los veintitrés paisanos.
Tendido sobre el pecho del más joven de ellos, yacía el
cadáver de un perro.
VAGABUNDEANDO
Yo vivo en la calle.
Al principio fue muy duro y me costó mucho acostumbrarme, pero ha pasado el tiempo y ya lo he superado.
Cuando murió mi amo, el señor Don José (yo prefiero llamarlo mi amigo Pepe), me llevaron a la perrera, pero aquello no era para mí y no tardé en escaparme.
Desde entonces vivo en un rinconcito de un edificio en construcción, que no sé por qué, está vacío y ya nadie trabaja allí.
Me encanta la vida callejera, esta sensación maravillosa de poder hacer lo que quiero, sin ataduras ni horarios.
Me he organizado a las mil maravillas (de algo me tiene que servir haber vivido tres años con un informático…).
He elaborado un plan perfecto al que llamo el CPC: “Circuito de los Productos Caducados”, y lo sigo a rajatabla.
Empiezo muy temprano, visitando el callejón trasero de la pastelería Mallorca, en donde siempre hay alguna caja con restos y recortes de cruasanes, ensaimadas y otras delicias azucaradas.
A media mañana me suelo dar una vuelta por el Mercadona. Las salchichas de frankfurt marca “Hacendado” están para chuparse las pezuñas. ¡Hummmm!
Hacia el mediodía no puedo resistir la tentación de un garbeo por el Alcampo. Sus rodajas de salami con trozos de pimienta no las cambiaría por nada.
Si por la tarde tengo gazuza, me paso un momentito por esa carnicería de la esquina, ¡Sí, hombre!, la de ese gordito tan simpático que siempre está sonriendo. En cuanto me ve, ya me está echando una pata de pollo o algún despojo. ¡Es un hombre tan encantador…!
Ya al anochecer, me gusta tomarme de postre unos yogures del LIDL (están buenísimos y dicen que el calcio es muy bueno para los huesos).
Adonde ya no voy es al Eroski. Y eso que sus chuletillas de cordero no tienen parangón en todo Madrid. Y si no voy, es por no coincidir con esos dos chuchos grandotes que no te dejan ni acercarte a los contenedores.
Los domingos por la mañana me encanta pasear por Rosales, desafiante y altivo, gritando mi libertad ante todos esos canes con pedigree, unidos con correas a empleadas del hogar uniformadas.
Yo, los perros que prefiero (perdón, las perras), son las de mi barrio, tan sencillas y bonitas, sin esa sofisticación estúpida que tienen las del centro de la capital. Y que, además:
¡Son libres como yo!
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